BIENVENIDOS

La RED DE TURÍSMO es un espacio de concertación donde se integran diversos actores incidentes en la actividad turistica de 14 municipios del Valle del Cauca, Colombia. Aquí brindamos información sobre los productos turísticos emergentes en el Valle del Cauca, promovemos los atractivos del territorio y lo contactamos con los prestadores de servicios.


UN TEMA


viernes, 20 de noviembre de 2009

Delicias de la gastronomía tradicional colombiana II.

EL CUARESMERO.

Sigamos con los alimentos hechos a partir del maíz, esta vez con el cuaresmero. Es una especie de galleta salada. Como su nombre indica su origen está relacionado con la época de cuaresma, cuando una sociedad como la vallecaucana, profundamente imbuida de los preceptos del catolicismo, mantenía una actitud de recogimiento tal que incluso utilizaba el fogón lo menos posible. Este motivo, unido a restricciones en el consumo de carne, hacía propicio el privilegio de alimentos de origen vegetal que una vez cocinados se conservaran durante días. Ese parece ser su origen.

El maíz se remoja por unos cuatro días y se muele, después se le agrega sal, huevos manteca de cerdo y se amasa hasta que adquiera la consistencia requerida. Luego se hacen como unos rollos que se colocan en bandejas untadas de grasa, allí se aplanan dejándoles un grosor de ½ cm y se ponen al horno.

La forma más tradicional de consumirlos es acompañados de una taza de café. Hoy la grasa de cerdo se ha sustituido por otras grasas menos saturadas, mas acordes a las necesidades nutricionales de personas que realizan labores de menor actividad física que los campesinos de antaño.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Delicias de la gastronomía tradicional colombiana.

Nada tan sencillo como una arepa: solo maíz cocido, molido y amasado. Cuando los extranjeros probamos por vez primera una arepa asi sola, nos parece simple, sin gracia. Pero una arepa recien asada, con mantequilla es una delicia para el paladar. La arepa funciona como lo hace el pan en otras culturas, es un elemento base. Sirve para acompañar las carnes, se puede migar en el caldo (que cosa tan sabrosa desayunar con un caldo al que se le migan arepas recien asadas), para acompañar el "perico" (huevos revueltos con cebolla larga y tomate) o los chorizos. La arepa es redonda como la pizza y se puede hacer de maíz blanco o de maiz amarillo. Es, como el maíz del que proviene, un alimento profundamente americano.

Hoy ya se pueden comprar en el supermercado listas para asar, pero en las casas de los campesino todavía se hace el proceso tradicional. Si bien el maíz generalmente se compra ya "pilado", es decir, sin el afrecho que lo envuelve, el cual torna muy dificil la cocción, todavía se cocina en fogón de leña, se muele, se amasa y se moldean esas tortas delgadas y redondas que son puestas sobre el carbón hasta quedar a punto. Ah encanto de una arepa con "algo" en la mañana, acompañada de un café claro, consumida en el corredor de una casa campesina de colonización de la ladera de los Andes, mientras una infinidad de pajaros cantan y las primeras luces permiten ver la zona plana del Valle del Cauca entre la neblina que se disipa. Esto es parte de esa colombia incognita, que por ser buena no aparece en los noticieros.



Jorge Alejandro Camacho

lunes, 27 de octubre de 2008


TURISMO SOSTENIBLE EN EL VALLE DEL CAUCA: ¿OPORTUNIDAD O UTOPÍA?


En los últimos tiempos hemos venido hablando sobre la instauración de unas prácticas turísticas sostenibles en el Valle del Cauca. Debemos hacer algunas aclaraciones antes de entrar en los detalles específicos del tema, por cuanto múltiples supuestos pueden dificultar la comprensión de lo aquí expuesto. Comencemos por reconocer que el concepto de “turismo sostenible” ha devenido en término políticamente correcto.
Vivimos en un contexto lleno de términos políticamente correctos. Como “políticamente correctos” identificamos a aquellos vocablos que representan valores sobre los que existe consenso acerca de su pertinencia. Ellos expresan el deber ser, las aspiraciones o tal vez los ideales éticos de la sociedad. Hoy día muy pocas personas se atreven a declararse racistas o clasistas, aunque en sus más profundas convicciones lo sean, porque esas expresiones que no son correctas desde el punto de vista político, no deben ser. La conciencia de una corrección política brinda ocasión para que se expresen (no para que surjan, porque la existencia de estos defectos humanos no ha sido generada por el asunto que nos ocupa) numerosas expresiones doble moral e inconsecuencias éticas.

Hoy, palabras como “ecoturismo”, “ecológico” o “sostenibilidad”, han devenido en términos “políticamente correctos”. Se han constituidos exigencias morales. Una de las peculiaridades de los términos que sufren esta circunstancia es que se des-semantizan, pierden su significado. A fuerza de emplearse en los más diversos contextos, en ocasiones haciendo referencia a elementos que le son ajenos, e incluso opuestos, se convierten en comodines ambiguos, frases hechas, términos vacíos.

Es por lo tanto pertinente recordar qué entendemos por turismo sostenible. Comenzamos por hacer énfasis en que este concepto hay que mirarlo desde varias dimensiones al mismo tiempo: Cultural, social, económica y ambiental. Entre ellas existe una profunda interrelación que puede ser conflictiva. Varios factores son causa de esta conflictividad: uno de ellos es la influencia del pensamiento positivista que tiende a ver al mundo por sectores, de manera especializada, propiciando intervenciones sin considerar la gravedad del impacto sobre el sistema del que hacen parte. El otro es el mercado. De una economía de mercado estamos transitando hacia una sociedad de mercado: todo aquel valor que no tenga la capacidad de convertirse en valor de cambio ve amenazada su existencia. Esto propicia que la dimensión económica atropelle a las demás dimensiones. El movimiento ambientalista que hoy tan fuerte es en el mundo surge como respuesta a esa situación.

En el turismo, tema que hoy nos ocupa, la priorización del aspecto económico puede generar graves afectaciones ambientales, culturales o sociales. Recordemos que en la actualidad no vivimos una economía orientada al producto, sino una economía orientada al cliente (Alvin Toffler, El cambio de poder). Ya no se trata de hacer el mejor producto, sino aquel que el cliente quiere y puede comprar. Eso es muy racional desde el punto de vista del mercado, pero puede no ser pertinente desde el punto de vista social, cultural o ambiental. Veamos por ejemplo el caso del turismo masivo, que es un negocio muy evidente, tiene una franja de mercado más amplia y permite procesos de estandarización y manejo de suministros por volúmenes, pero es el más depredador ambientalmente. No solo la violencia genera desplazamientos, las oportunidades de negocios en torno al turismo también desplaza población, el turismo trae nuevas distribuciones de la tierra, esos son componentes que implican efectos sociales perversos.

En la actualidad estamos enfrascados en un proceso de impulso al desarrollo turístico del Valle del Cauca, y estamos convencidos de que este puede producir efectos benéficos, pero también sabemos que es un proceso lleno de riesgos. El Valle tiene una gran riqueza cultural, llena de diversidad; pero esa diversidad que es su gran fortaleza es, al mismo tiempo su gran problema, porque no facilita un esquema fácil para apropiarla, representarla y difundirla. No facilita un esquema fácil para reconocerla. La cultura vallecaucana esta constituida por la coexistencia de afrocolombianos, indígenas, montañeros, vallunos y un profundo mestizaje entre todos ellos (más algunos venidos del extranjero). Generar identidad en semejante contexto no es posible: se hace necesario generar identidades (varias, múltiples), promiscuas entre si, respetuosas del otro (ese otro que también es un poco yo) y de lo diferente (respetar la diferencia es otra frase políticamente correcta que se des-semantiza a velocidades aceleradas). Sin ese complejo proceso de afianzamiento de la identidad cultural, el turismo se constituye en un gran riesgo.

Resumiendo entonces este recorrido por los componentes de la sostenibilidad, podemos decir que una práctica turística es sostenible cuando logra un complejo equilibrio entre lo social, lo cultura, lo ambiental y lo económico. Hasta este momento, siempre que nos hemos referido al aspecto económico ha sido para presentarlo como la gran amenaza que puede ser, pero corrijamos ese desequilibrio. La sostenibilidad económica es también importante. Un proyecto turístico es un negocio, claro que un negocio muy complejo, pero un negocio en fin y como tal debe generar utilidades. Negocio que genere pérdidas no sobrevive un largo tiempo. La peculiaridad está dada por el hecho de que esa utilidad no debe producirse atropellando la cultura, la sociedad ni el medio ambiente. Reconocemos que ese es un reto bien difícil en una sociedad globalizada y neoliberal.

El turismo sostenible se fundamenta, como puede deducirse, en una concepción mucho más compleja que el concepto tradicional de turismo, el cual se orienta fundamentalmente hacia los componentes de hospedajes y restaurantes. Una peculiaridad es que trabaja hacia vectores de mercado específicos y no es masivo. Mientras sol y playa tiene un mercado abrumadoramente alto, el avistamiento de pájaros tiene uno muy específico y de volumen reducido, por ejemplo. Tampoco sería posible la observación de pájaros si el sitio en cuestión es invadido por una turba ruidosa como la que podemos encontrar en las playas de Cartagena, Varadero o Cancún. Una finca agroecológica, un sendero ecoturístico, o una madre vieja tienen una capacidad de carga limitada. Esto implica una concepción de la economía y del desarrollo diferentes a las concepciones de economía y desarrollo generadas en la época del desarrollo industrial, bajo la cual los negocios son importantes a partir del manejo de grandes volumen, de la estandarización de los productos y procesos. En un contexto como el que rodea actualmente en que las grandes empresas se fusionan, se compran o hacen alianzas estratégicas, es válido preguntarse por qué pueden tener éxito propuestas de tan limitado alcance. La respuesta es paradójica: precisamente por ese contexto, porque en un mundo serializado, masificado y estandarizado, el ser humano de no tiene la impersonalidad de una máquina requiere de elementos particulares y requiere además de un tratamiento también particularizado. Es diferente la interelación que se produce entre el turista y un empleado de un hotel por el que pasan 300 personas cada semana a la interrelación que se produce entre el turista y el propietario de una finca que está atendiendo15 personas. Sobre este punto me gusta citar a la profesora Ana María Postigo cuando dice: “Calidad no es lujo”. El turista, cualquier tipo de turista, viaja en busca de cumplir un sueño, satisfacer un anhelo, el encuentro con algo desconocido, vivir una experiencia diferente a las que vive cotidianamente, busca en fin proporcionarse “una experiencia memorable” (Ernesto Barreras, conferencia en ANATO de sur occidente 2006.) No son necesariamente el esplendor del colchón y el decorado del restaurante los elementos que le satisfacen esas expectativas. Obviamente, hay una zona del mercado que viaja en busca del lujo de la planta física, pero hay otros sectores del espectro que nos presenta el mercado que busca otras cosas. Esa claridad en la segmentación del mercado es importantísima, porque permite asimilar con tranquilidad la fuga de unos clientes que en realidad nunca fueron nuestros, por cuanto buscaban algo que no es lo que nosotros ofrecemos. Además nos permiten centrarnos en la construcción de un producto para el nicho de mercado específico.

¿Qué elementos nos permiten suponer que en el Valle del Cauca hay la posibilidad de construir un modelo de turismo sostenible?

Los inventarios turísticos realizados en el Valle han tenido la virtud de hacer visible aspectos del Valle que no eran evidentes:

A) Riqueza de recursos naturales: cascadas, ríos, humedales, fauna, flora, paisajes. Desde el punto de vista de los sitios naturales el territorio posee una riqueza y una variedad.
B) Recursos culturales intangibles: gastronomía, tradiciones, saberes artesanales, etc.
C) Recursos culturales tangibles: tipologías de viviendas campesinas, conjuntos urbanísticos
D) Incremento de la agroecología y la producción limpia.
E) Festividades y eventos.

Todos estos factores se constituyen en elementos que por si mismos no son turísticos, pero tienen la potencialidad de convertirse en atractivos y productos turísticos. Resumiendo podemos decir que los inventarios turísticos nos muestran un interesante caudal de materia prima para la construcción de productos turísticos. Y en este punto, la construcción del producto turístico, es donde se determina qué práctica turística será instaurada: si una sostenible o una no sostenible.

Cuando hablamos de desarrollo turístico parece estamos hablando de algo claro y muy definido, pero en realidad no es así. Faltaría primero definir que entendemos por desarrollo. ¿Hablamos de desarrollo de una actividad económica o de la evolución de la calidad de vida de una comunidad hacia niveles más altos? No siempre que se desarrolla una actividad económica en un territorio, se desarrolla la economía de la población local. La sostenibilidad se fundamenta en primera instancia en un desarrollo local, en un desarrollo endógeno. Cuando los ingresos primarios generados por el turismo se fugan inmediatamente, la localidad no se desarrolla, antes involuciona, porque no mejoran sus ingresos pero tiene que compartir sus recursos ambientales y culturales con el turista, además de sufrir los inconvenientes que la presencia del turista implica. Cuando la comunidad no es parte importante de la economía generada por el turismo podemos decir que le sucede como describe el viejo refrán: se queda con el pecado y sin el género.

Lamentablemente nuestras concepciones de desarrollo están, demasiado frecuentemente, basadas en la inversión de capital exógeno. Y el capital opera con una lógica muy diferente a la lógica del desarrollo sostenible. La lógica del capital esta marcada por la necesidad de generar las mayores utilidades posibles en el menor tiempo. Ningún empresario invierte en un negocio que genere utilidades modestas y un tenga un amplio beneficio social. No es lógico que lo haga. Las lentas tasas de retorno no son compatibles con la inversión de capital. Algo diferente sucede cuando se trata de un proyecto de vida. ATENCIÓN: no estamos satanizando la llegada de inversión externa, estamos planteando que esa inversión externa debe estar equilibrada con una inversión local. No pretendemos excluir la inversión de externos, sino priorizar la inversión local.

En este contexto la organización social deviene en un recurso importante. Sin organización social no hay desarrollo local ni hay economía endógena. Esa organización social debe estructurarse en torno a la economía. Donde no hay una amplia disponibilidad de recursos la asociatividad es una buena solución. Es decir, estamos hablando de organización social en torno a una economía de carácter solidario. Ojo con la palabra solidaria, que también se ha usado y abusado en demasía hasta perder parte de su capacidad semántica, su capacidad de significar. Solidaridad no es sinónimo de caridad, no es sinónimo de economía de pérdida.

¿Es el turismo sostenible una oportunidad o una utopía en el Valle del Cauca?

Creemos que es ambas cosas al mismo tiempo.

Es una oportunidad porque:

1- El desarrollo turístico del Valle es todavía incipiente y siempre es más fácil instaurar una práctica adecuada que corregir una inadecuada.
2- El territorio posee una gran riqueza de recursos potencialmente turísticos.
3- En la población hay gérmenes de organización social.

Es una utopía porque:

1- La conciencia de la necesidad de una economía local es todavía muy débil.
2- A pesar de la cumbre de río, de los acuerdos de Kyoto y otros, todavía el accionar del hombre sobre el planeta no es sostenible, prima el comercio sobre el medio ambiente o la cultura.
3- Las políticas institucionales no son coherentes

En la coexistencia de estos elementos contrapuestos queda expuesta la disyuntiva que hoy tiene el Valle del Cauca. El desarrollo del turismo es un factor que cada día gana más perspectiva. De la forma en que se responda a la pregunta qué tipo de desarrollo se generará depende el carácter sostenible de ese turismo. Creo que es muy difícil encontrar a una persona medianamente informada que niegue la necesidad de la instauración de un modelo sostenible de turismo. Pero no nos engañemos con esto, porque esa no pasa de ser una actitud políticamente correcta. Observemos atentamente cuáles son las prácticas que realmente se instauran. De la misma manera que hoy se venden muchos planes “ecoturísticos”, que están muy distantes de las políticas que rigen el ecoturismo (cuando no están en franca contraposición), puede verbalmente apoyarse la “sostenibilidad” sin que ello implique una practica real.




Por: Jorge Alejandro Camacho

jueves, 5 de junio de 2008

UN TEMA.

PRODUCTOS TURÍSTICOS Y VECTORES DE MERCADO




En un contexto mundial donde cualquier sector de la economía que pretenda desarrollarse debe tomar en consideración la segmentación del mercado, la actividad turística en el Valle del Cauca aun opera con criterios propios de los años 60 del siglo pasado. Es decir: se comporta como si solo existiera un vector de mercado (el turismo masivo internacional). Para corroborar la veracidad de esta afirmación basta revisar el material promocional que se ha producido en el Valle en los últimos cinco años. Estamos cometiendo un error que le resta eficacia y eficiencia a la labor de mercadeo de nuestros productos y que limita el desarrollo del sector.

La afirmación anterior no pretende desconocer los esfuerzos que se han realizado en el territorio en aras de la promoción del turismo, especialmente las entidades de carácter público y mucho menos cuestionar la labor que hayan realizado personas específicas dentro de las diferentes entidades que inciden en el sector. Pretende, eso si, llamar a la reflexión sobre un tema de capital importancia. Si logramos un debate sereno e inteligente saldrá favorecido el turismo en el Valle del Cauca. Si personalizamos el debate lograremos todo lo contrario.

El paso de "una economía orientada al producto a una economía orientada al cliente" (frase con que los especialistas resumen este asunto) ha tenido numerosas implicaciones, entre otras una necesidad de diversificación de los productos para satisfacer las necesidades de los cada vez mas diversos consumidores. Cuando pensamos promover el turismo en el Valle, pensamos solo en la promoción internacional. Prueba de ello es que consideramos como productos existentes en el Valle del Cauca a aquellos que fueron seleccionados en los talleres de Proexport para la promoción internacional. Si aceptamos el concepto empleado por la OMT según el cual "un turista es alguien que se desplaza de su sitio habitual de residencia a otro diferente motivado por un atractivo" , tendríamos que aceptar que en el Valle del Cauca existen más productos turísticos que los identificados como productos de exportación, y tendríamos que aceptar que no solo los nichos de mercado ofrecidos dentro del turismo masivo internacional son dignos de atención. Si miráramos al turismo como una cadena productiva compuesta por múltiples servicios, dejaríamos de centrar nuestro concepto de turismo en el tema del hospedaje y daríamos importancia a las estrategias orientadas a aprovechar la capacidad de consumo de los visitantes, es decir: de aquellos turistas que no pernoctan en el sitio de destino. No es desdeñable la capacidad de consumo de los clientes de la región y en las acciones promocionales no estamos tomando en consideracion esa oportunidad de mercado. A pesar de los discursos que enunciamos, promovemos un turismo de cama y mesa, y miramos con desdén opciones de turismo temático y turismo especializado.

Leamos los signos que nos envía el entorno: los grandes supermercados están construyendo sedes en Agua Blanca ¿por qué lo hacen? Pues porque evidentemente allí hay una capacidad de consumo. Están tratando de ganar un nicho de mercado que antes no atendían. Esto nos debe invitar a investigar en nuestro departamento dónde hay demanda de servicios turístico y qué tipos de productos turísticos desean, para en consecuencia estructurar ofertas y estrategias de promoción para esa demanda.


Por: Jorge Alejandro Camacho
cjorgealejandro@gmail.com